Dostoievski fue uno de los grandes autores que leí ya hace mucho tiempo, en una adolescencia aferrada a viejas novelas clásicas. Por aquel entonces, ya hace más de doce años de eso, leí Crimen y castigo, Los Demonios, Los hermanos Karamazov, El idiota, Noches blancas y El jugador. Lo deboraba con ansia, con una sed de letra nueva y literatura de ambientes extraños e idos (siempre he sido un poco taoísta en lo referente a lo de viajar sin salir de casa) que me alejara de un mundo que no compartía del todo. Hoy por hoy sigo sin compartir muchas de las dialécticas mundanas que nos rodean, y sigo anhelando huir de la desvalorización (tipo Weber) que no termina en una posmodernidad intersubjetiva como la filosofía quiere, sino en una idolatría hacia pequeñas metafísicas logradas en la autocreación más mal entendida. No tenemos valores pero sí metafísicas. Ídolos hipostasiados que justifican perpesctivas de lo más ruines - proyectos personales que no tienen en cuenta, para nada, el marco común que los posibilita.
Memorias del subsuelo es un gran libro. (Algo que me separa de la lectura de Nabokov, que tampoco soporta a Faulkner, por ejemplo). Y la edición que he tenido el lujo de disfrutar - la de Cátedra - es una auténtica maravilla. Como siempre en sus publicaciones dispone de una introducción de Bela Martinova a la que no tengo el gusto de conocer, pero a la que debo felicitar sobre manera. Un prólogo genial que ya merece por sí sólo una lectura.
Temáticas como la del proyecto común no racionalista/ilustrado, algo conocido como "obhsina", sentimiento de comunidad rural (¿Patria de Bloch?) y la razón funcionarial, más mecanicista y enajenada, son parte del subrepticio paradigma en el que se mueve el monólogo del protagonista. Monólogo del que si exceptúamos las formas amaneradas propias del siglo XIX, podemos resaltar su gran modernidad, su descaro y sinceridad.
Como gran libro, la trama es lo de menos. (Sobre todo si pensamos que se trata de Dostoievki y que la calidad está asegurada). Es una declaración en toda regla del antihéroe por excelencia - el funcionario ruso que lleva a pies juntillas la racionalidad que la tabla de grados impuesta por Pedro I impone. Dostoievski - el mismo en proclamar la muerte de Dios - se adelanta, aunque llevado por otros caminos, a la crítica que mucho más tarde explicitaría el círculo de Frankfurt, y que en Nietzsche tiene un inicio.
Es un libro corto, barato, devorable. Sinceramente - junto a la introducción, incido en ella - es de los mejores ejemplares que me he encontrado últimamente.
Gracias B. por regalármelo.
Memorias del subsuelo es un gran libro. (Algo que me separa de la lectura de Nabokov, que tampoco soporta a Faulkner, por ejemplo). Y la edición que he tenido el lujo de disfrutar - la de Cátedra - es una auténtica maravilla. Como siempre en sus publicaciones dispone de una introducción de Bela Martinova a la que no tengo el gusto de conocer, pero a la que debo felicitar sobre manera. Un prólogo genial que ya merece por sí sólo una lectura.
Temáticas como la del proyecto común no racionalista/ilustrado, algo conocido como "obhsina", sentimiento de comunidad rural (¿Patria de Bloch?) y la razón funcionarial, más mecanicista y enajenada, son parte del subrepticio paradigma en el que se mueve el monólogo del protagonista. Monólogo del que si exceptúamos las formas amaneradas propias del siglo XIX, podemos resaltar su gran modernidad, su descaro y sinceridad.
Como gran libro, la trama es lo de menos. (Sobre todo si pensamos que se trata de Dostoievki y que la calidad está asegurada). Es una declaración en toda regla del antihéroe por excelencia - el funcionario ruso que lleva a pies juntillas la racionalidad que la tabla de grados impuesta por Pedro I impone. Dostoievski - el mismo en proclamar la muerte de Dios - se adelanta, aunque llevado por otros caminos, a la crítica que mucho más tarde explicitaría el círculo de Frankfurt, y que en Nietzsche tiene un inicio.
Es un libro corto, barato, devorable. Sinceramente - junto a la introducción, incido en ella - es de los mejores ejemplares que me he encontrado últimamente.
Gracias B. por regalármelo.