miércoles, 1 de abril de 2009

I

La filosofía es la crítica de la crítica. De ahí su inmovilidad y su pestilente aroma a elitismo distante. Desde Feuerbach - y su herencia humanista en Marx, Bloch, el primer Gramsci (hay dudas sobre el último), Mondolfo - la praxis se hizo filosófica, como no podía dejar de ser al ser crítica de la teoría. Ello no implica que la filosofía deba vaciarse, hacerse fácil, pero sí debiera mundanizarse. Religarse al mundo. No digo humanizarse porque la filosofía no ha dejado jamás de ser lo más explícitamente humano. A excepción del hecho religioso. La fenomenología de la religión desde Van der Leeuw a, entre nosotros, Martínez Velasco; y toda la filosofía de la religión, desde Hume a Feuerbach, pasando por los sociólogos (Durkheim, Weber, Berger, Mill), los psicólogos (Freud, Froom, Jung, Lacan), todos ellos, digo, humanizaron lo teológico. La filosofía nacida del humano sin embargo está hoy en día distante. La estetización global que acucia a todo el acontecer coetaneo y humano opta por una filosofía de bolsillo. Un saber estético que por el simple hecho de ser estético no es ya saber práctico-kantiano. Y por lo tanto queda huérfano de toda la última filosofía. No hay filosofía fácil. No hay filosofía terapéutica. Tampoco decálogo moral alguno. Todo ello nos es difícil porque nos es nuestro. No hay acceso sencillo a ningún filósofo, porque se pretende mediante la sencillez acercarse a una actitud de duda y crítica. No se ha de enseñar a pensar, se ha de forzar la duda, la sospecha, la creatividad conceptológica. Por eso el buen leer es una fuente de preguntas. Ya la teología negativa tenía eso en claro.

He estado buscando bibliografía en venta de Bloch. Apenas principio esperanza. La esencia del cristianismo no se encontraba disponible.

Recapacitemos. Por favor.

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