martes, 15 de mayo de 2007

Lapidarium IV. R. Kapuschinski.


Kapuschinski es uno de aquellos intelectuales comunicadores con gran influencia cultural. El libro que aquí trato entra dentro de ese tipo de libro que sin ser complicado es ciertamente exigente. Como dice el mismo autor, un libro que ojalá sea cerrado continuamente para, alzando la vista al aire, repensar lo que allí está escrito.
Es curiosa la forma de escritura fragmentada, articulada en párrafos breves que se encadenan en un mimbre principal de preocupación humanista. La lectura es vertiginosa, yo lo leí de tirón aunque Kapuscinski no estuviera contento con ello. Por lo que creo un deber el recomendarlo.
Pasa con él, no obstante, lo que ocurría con Centuria de Manganelli. Es imposible el resumirlo.
La leve crítica que se le puede hacer - algo que puede hacerse con todo creador cultural - es la facilidad de esgrimir juicios filósóficos con excesiva ligereza. No olvídemos su procedencia periodística. Así como tampoco el felicitarle por la crítica que de los media hace continuamente, de manera muy acertada.
Sin embargo tal crítica no es justa. Es un libro-diario-reportaje, plagado de confesiones que en su sinceridad supera la racionalidad especulativa para entrar en la metaforización de un nuevo lenguaje productivo, donador de sentido. Es por ello por lo que es un buen y gran, aunque breve, libro.

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